Nací en el seno de una familia castellanoparlante. Las famílias tanto de mi padre como de mi madre llegan a Barcelona de otros lugares de España en algún momento, indeterminado para mí. Mis padres se conocieron hablando en castellano y, aunque ambos hablan catalán, ambos tienen mucha inseguridad respecto a su escritura (lo que no quiere decir que no lo escriban ni que lo hagan muy mal, pero no lo aprendieron en la escuela). Así que mi lengua materna es el castellano sin duda alguna.
Aún así, creo que el balance entre mi uso del castellano y el del catalán está bastante equilibrado. Desde muy pronta edad hablé con mis tíos más próximos en catalán y mi escolarización fue casi exclusivamente en catalán: en la guardería, en parvulario, en primaria, secundaria y bachillerato, todas las clases excepto las de castellano fueron en catalán. Todos mis amigos del día a día hasta el bachillerato son catalanes y catalanoparlantes y, dada la educación, muchas veces poco diestros en el uso del castellano.
Empezando la carrera volví a entrar en contacto con el castellano como lengua de uso para amigos cotidianos. De hecho, en el test de entrada me dijeron que cogiera catalán como lengua A, pero yo, con un empeño importante en salir del país -tanto de Catalunya como de España- tan pronto como fuera posible, pensé en las futuras posibilidades de cada lengua y pedí que me pusieran castellano como A y catalán como A2, también para cambiar un poco de aires e ideologías, puesto que una gran mayoría de mis profesores de catalán eran, además de nacionalistas, independentistas, y tenían en mente aprovechar las clases de lengua para convencernos de sus ideas. Lejos de estar contra el catalán o contra la variedad de lenguas, me considero más bien internacionalista y pienso, además, que es más interesante llegar a conocer bien los entresijos de la lengua que conocer las ideas políticas de los profesores. Debo reconocer que, en este aspecto, la universidad me ha demostrado que no todos son así, lo cual agradezco en el alma.
También tengo experiencia como aprendiz de lenguas extranjeras, mucha. Empecé con el inglés en algún punto de la educación primaria y era divertido. Un verano me enviaron mis padres a unas colonias de inglés en Rialp, con la Britannia School, donde hacíamos clases de inglés y actividades en inglés, mezclado con juegos, tiempo libre, bailes... Fue tan divertido que repetí al año siguiente, y al otro, y cambié de lugar, pero hubo un problema: algunos de los compañeros que repitieron también al año siguiente habían subido de nivel, y yo siempre volvía al mismo. Todo lo que aprendía durante el verano, se iba perdiendo lentamente a lo largo del curso escolar porque no lo utilizaba y el nivel era muy, muy bajo. Así que un año les pedí a mis padres hacer inglés extraescolar y empecé a ir al Instituto Británico los sábados por la mañana. Y me lo pasaba tan bien que no importaba entrar temprano y salir casi a la hora de comer, porque era muy divertido. La gran mayoría de profesores que he tenido a lo largo de todos mis años como estudiante de inglés en el Instituto Británico han sido brillantes. No buenos, no, brillantes. Seguí allá durante toda la secundaria y me saqué el First Certificate sin saber siquiera qué era, después de un verano en Bath, también con la Britannia School, con el pequeño inconveniente de que éramos muchos extranjeros y demasiados españoles e italianos, en una residencia lejos de la población inglesa, así que resultó algo decepcionante en cuanto al inglés aprendido. Más adelante, a los 16, habiendo acabado la ESO, me fui a Australia, a un pequeño pueblecito a 90 km de Brisbane, y estuve estudiando en una escuela de allá y viviendo con una familia, con lo que mis amigos, mi "familia" y todo lo que me rodeaba era en inglés. Durante casi tres meses. El salto fue tan grande que, ya de vuelta en Barcelona, hice un test de nivel para seguir aprendiendo y me pusieron en un grupo de adultos aunque no tenía ni la edad ni la madurez, pero sí el inglés. Al final de ese año académico, antes de empezar segundo de bachillerato, me saqué el Proficiency y me quedé sin clases de inglés.
Pero no pasó mucho, porque en la ESO me apunté a la segunda lengua que ofrecían como crédito variable, el alemán. Eso sí que fue horrible. En las clases del colegio hacíamos entre poco y nada, nadie se lo tomaba muy en serio. Me apunté al Goethe Institut, pero jamás conseguí tener un profesor que pudiera comunicar tan bien como los ingleses las cuestiones lingüísticas. Aprové los cursos que hice, pero fueron decepción tras decepción, el sentimiento de no haber aprendido nada, el aburrimiento profundo de las clases, el no entender algo y que nadie te lo pueda explicar, la memorización automática de demasiadas cosas que sólo mucho tiempo después he visto que tenían lógica. Y en la universidad no cambió mucho, excepto con la mejor profesora de alemán que he tenido en mi vida: Olga Esteve. Supongo que es una cuestión de actitud, de vitalidad... realmente no lo sé, pero creo que lo que sé de alemán, que no es mucho más que pasivo, lo aprendí con ella. También Ma Esperanza Romero hizo una clase magistral que se me quedó grabada en la memoria de por vida: la explicación lógica de los artículos y adjetivos alemanes. Fue un antes y un después. También por mi cuenta intenté retomar lo que creo que más me falta con esta lengua: la seguridad y el contacto con la gente. Me fui dos meses a Viena a hacer un curso de alemán en la Universität Wien y los cursos fueron interesantes, aprendí bastante, pero el idioma que utilizábamos para comunicarnos mayoritariamente entre polacos, españoles, rusos y demás nacionalidades era básicamente el inglés, puesto que todos estábamos allá aprendiendo alemán y era mucho más cómodo. Los intentos de hablar en alemán se vieron fustrados una y otra vez. Me avergüenza decir que hablo alemán, porque no lo hablo, sólo lo leo y con diccionario.
También en el período universitario pensé que, dado que el alemán no lo voy a dominar nunca bien, por su estructura o por la estructura de mi cerebro, podía empezar otra lengua. Fue el francés. Para conseguir también convalidación y después de no conseguir entrar a la EOI, me apunté al Instituto Francés. Y así como del Instituto Británico, sea por suerte o por ser muy buenos, me quedé con una impresión muy positiva, en el instituto francés hay de todo, como en todas partes, y cuanto más alto es el nivel, menos materia dan, no repasan los conceptos fácilmente olvidables, sólo se centran en un léxico que, de hecho, no es tan diferente del español y el catalán. Propuse un curso de repaso de gramática para los amantes de este apartado lingüístico y para los que no recordaran todo lo explicado en cursos anteriores, pero este año no se va a hacer, y seguramente no se hará tampoco el que viene. (Si alguien sabe de algún curso de gramática general, sea de francés o de alemán, por favor, estaría MUY interesada.)
Después de tantas memorias creo que quizás me he dejado alguna de las preguntas básicas, pero soy incapaz ahora de recuperarlas. Si alguien se lee esto y ve algún déficit importante de información, por favor que avise.